Desde una perspectiva biogeográfica, casi todos los ecosistemas del mundo se han transformado en forma significativa y drástica a lo largo de la historia del planeta, debido a las fluctuaciones en las condiciones climáticas por factores internos (interacciones entre la atmósfera, hidrósfera, biósfera y criósfera) y factores externos (erupciones volcánicas, variaciones en la órbita terrestre, variaciones tectónicas, etc.). Como resultado de estos eventos se producen diferentes efectos en el número y distribución de individuos de una población, así como también una especiación o una extinción total.
Esta discontinuidad se genera por procesos ecológicos que operan a diferentes escalas (escalas micro, meso o macro), cuyos cambios se ven reflejados en los correspondientes cambios de los patrones de distribución de las especies. En la Antártica existen dos zonas biogeográficas: Antártica continental y Antártica marítima. Sólo el 0,3% está libre de hielo y la vegetación terrestre, restringida a musgos, líquenes, algas y dos plantas vasculares presentes sólo en la Antártica marítima, está aislada y en pequeños grupos, con algunas excepciones. La Antártica incluye áreas cuya temperatura promedio más calurosa es bajo 0 ºC y la precipitación anual es menor de 20 mm. Se encuentran ambientes muy hostiles y otros con condiciones más benignas, como, por ejemplo, las áreas costeras libres de hielo, que pueden otorgar sustratos húmedos en verano para que musgos, algas, líquenes o plantas vasculares puedan desarrollarse y proliferar.
A pesar de que la revisión taxonómica de la Antártica no está aún completa, estudios recientes han reducido en forma considerable el número de especies previamente descritas. Por ejemplo, de 400 especies de líquenes en 1973 se baja a 260 en 1997, donde el porcentaje de endemismo baja de 90% a 40% y las especies bipolares y cosmopolitas suben de 2% a más de 40%. Esto tiene algunas explicaciones como:
a) La flora en el continente antártico es joven y probablemente originada de inmigrantes postglaciales, o
b) No se encontró ningún patrón ecológico relacionado con una diferenciación genética; por consiguiente, las diferencias morfológicas y fisiológicas observadas son probablemente debidas a una plasticidad fenotípica más que a la presencia de dos o más especies.
Lea el texto completo en Boletín Antártico Chileno, Diciembre 2008.