Líquenes, musgos, algas y hongos

A pesar de ser un lugar tan inhóspito para la mayoría de las especies vegetales en el planeta, algunas han sido capaces de sobrevivir y prosperar tanto en la tierra sin hielo o nieve como en las aguas e incluso en el océano Austral. Muchas son únicas en el continente y, con muy pocas excepciones, no se han visto obligadas a competir con especies introducidas por el hombre, lo que las ha mantenido a salvo de posibles extinciones o vulnerabilidad.
Los líquenes
Los líquenes son las especies vegetales que mejor se han adaptado al clima antártico, pues sus más de 400 especies conocidas se han diversificado hasta cubrir distintos hábitats, como las que crecen encima de otras plantas hasta las que viven incrustadas en las rocas. Estas últimas son las que han sido encontradas más al interior del continente, a unos 450 km del Polo Sur.
Musgos
Compañeros habituales de los líquenes en estas tierras son las cerca de 75 especies de musgos identificadas en el continente. Estas plantas no vasculares se despliegan en forma de cojines, césped o carpetas en zonas con mucha humedad, y pueden encontrarse en abundancia a lo largo de algunas islas, con lo cual dan un color verdoso a las planicies cercanas al mar. Otras crecen entre rocas, protegidas del viento y la sequedad. Un importante rol de los musgos en el ecosistema es que preparan el suelo para ser utilizado por otras plantas. Los musgos se presentan en estado de gametofitos, es decir, no se reproducen por esporas. En algunos lugares, como en algunas islas, las comunidades de musgos suelen ser extensas y proporcionan un color verdoso a ciertas planicies onduladas cercanas al mar. Los musgos suelen presentarse en formas calificadas como cojines, en céspedes y en carpetas.
Las otras especies vegetales más comunes son las algas, de las cuales el 33 % es endémico: en distintas partes del continente podemos encontrar algas terrestres, de aguas continentales, de las nieves y algas marinas. Las primeras suelen ser reconocidas por su color verde o verde-azulado, y pueden ser unicelulares, pluricelulares o vivir en forma de colonia, pero todas se han adaptado a vivir en ambientes aéreos, aunque con mucha humedad. Por su parte, existe un gran número de algas antárticas en aguas continentales y principalmente crecen sumergidas en la ribera de lagos o pozas.
Las algas de las nieves pueden ser encontradas sobre todo durante la primavera y verano antárticos, y pueden ser de color rojo, verde o amarillas, lo que da una tonalidad característica a la nieve. Son algas microscópicas que usan la escasa radiación solar de los meses más favorables para sobrevivir en sus microhábitats, los que sumados presentan extensiones de varios metros sobre la nieve o hielo.
Finalmente, las algas marinas son las más abundantes en especies y se hallan formando parte del plancton. Estas algas se fijan a distintos substratos, ya sea sobre rocas (epilíticas) o sobre plantas (epífitas) e incluso sobre animales (epizoicas), como aquellas que crecen sobre las jaibas en latitudes más bajas.
Junto a estas especies vive también un número similar de especies de hongos. De ellas, unas 10 son formas macroscópicas que crecen entre los musgos durante el corto verano antártico, mientras que el resto corresponde a hongos microscópicos. Todas ellas han sido halladas solo al norte de los 65° S, en lugares como la isla Elefante, la isla Rey Jorge y el cabo Shirreff, en isla Livingston.
Vida de las plantas superiores
A diferencia de otros ecosistemas mucho más ricos en nutrientes y condiciones más favorables, el suelo antártico hace difícil la existencia de plantas y vegetales de mayor tamaño. Algunos de los factores abióticos que dificultan la supervivencia en el continente son las bajas temperaturas, los altos niveles
de radiación UV-B, la baja disponibilidad hídrica (pues gran parte del agua disponible se encuentra en estado sólido) y la alta salinidad de la tierra en algunas zonas, debido a la influencia del aerosol oceánico.
Por ello, solo entre el 2 % y el 3 % de la superficie del continente antártico permite la colonización de plantas, en sitios con altos niveles de nutrientes aportados por aves y mamíferos que anidan y se reproducen durante el verano. Solo se conocen dos especies de plantas vasculares en la Antártica (es decir, plantas con diferenciación de tejidos en raíz, tallos y hojas, además de un sistema de transporte de agua), las cuales interactúan tanto con otras especies vegetales como hongos y musgo, como con las especies animales, de las cuales obtienen nutrientes.
Uno de los efectos del cambio climático global podría ser un incremento en la disponibilidad de agua en la Antártica, lo que transformaría al continente en un ambiente más benigno para las plantas.
Pasto antártico
Deschampsia antarctica

El pasto antártico o hierba pilosa antártica es la única gramínea (como el maíz o el trigo) que ha colonizado naturalmente el territorio antártico. Un sector del glaciar Collins (isla Rey Jorge) es uno de los más densamente poblados de pasto, aunque también ha colonizado el extremo sur de Argentina y Chile.
Una de sus estrategias adaptativas es la acumulación de fructanos (azúcares no estructurales), los cuales presentan características favorables tanto para las plantas como para el consumo humano.
Durante el verano acumula altos niveles de azúcares, como sacarosa, rafinosa y fructanos, los cuales están relacionados con la capacidad de la célula para regular su condición osmótica y podrían tener un efecto protector frente a radicales libres y en el mantenimiento de la esfera de hidratación de proteínas.

Clavelito antártico
Colobanthus quitensis

La perla antártica o clavelito antártico tiene una amplia distribución latitudinal y altitudinal que abarca desde el sur de México hasta la Antártica marítima y hasta 4.200 msnm. En Chile ha sido descrita en todas las regiones del país, exceptuando solo la Región del Libertador General Bernardo O’Higgins. Tiene un período de crecimiento de cerca de tres meses.
Los principales mecanismos de estas plantas para colonizar nuevos ambientes con alto nivel de estrés son la plasticidad fenotípica y la diferenciación ecotípica. Es decir, un organismo se puede ver diferente
en ambientes distintos, aun cuando es la misma especie.

Poa annua y la aparición de especies no nativas
A pesar de los innumerables controles y resguardos que se realizan para proteger la integridad del ecosistema antártico, se ha descubierto recientemente la presencia de al menos cuatro especies nuevas en estas tierras. La mayor actividad humana y el aumento en la temperatura y las precipitaciones en la región de la península Antártica están facilitando el arribo y supervivencia de especies exóticas en el Continente Blanco.

La más estudiada por la comunidad científica se llama Poa annua, un tipo de pasto que crece naturalmente en buena parte de Chile, entre otros lugares del mundo, y se sospecha que fue ingresada a la Antártica hace más de 20 años. Esta especie tiene la capacidad de resistir diversos climas y producir semillas que pueden dispersarse por el viento para abarcar amplias zonas del continente.
En condiciones normales, se esperaría que especies nativas como el pasto y el clavelito antártico sean capaces de detener el crecimiento de este nuevo competidor en condiciones extremas a las que están más adaptados. Sin embargo, la posibilidad de mayores temperaturas y disponibilidad de agua líquida que se pronostica en un escenario de calentamiento global hacen posible que, en un futuro próximo, Poa annua sea capaz de invadir completamente el territorio antártico y arrebatar los escasos recursos disponibles a las especies nativas.
No todas las especies que encontramos actualmente en territorio antártico han evolucionado al alero de
las aguas heladas o los casquetes polares. Una de las consecuencias de la presencia humana y el cambio
climático en la zona ha sido la aparición y supervivencia de especies exóticas, que han sido capaces de establecerse en condiciones cada vez más favorables para ellas.

Extraído de la Enciclopedia visual de la antártica,
para más información consultar el siguiente enlace: