Punta Arenas, 30 de marzo de 2012.- El pasado 29 de febrero retornó a esta ciudad la más grande expedición escolar que ha organizado nuestro país a la Antártica, donde 27 alumnos y profesores provenientes de distintas regiones cumplieron un intenso programa de actividades.
El 23 de febrero llegaron los primeros grupos a Punta Arenas. Era el comienzo de una gran aventura que se iniciaba en Hualpén, Concepción, Valparaíso, Osorno, La Unión y Antofagasta, y convergía en esta histórica puerta de entrada a la Antártica. Aquí los esperaba Elías Barticevic, Director de la Feria Antártica Escolar, que todos los años organiza el Instituto Antártico Chileno (INACH) y cuyo premio es precisamente la participación de los profesores y alumnos ganadores en la Expedición Antártica Escolar. Para Barticevic, este año fue especial, porque “se trataba de un grupo mayor al usual: se unieron los ganadores del año 2011 y los del año 2010, que no habían podido viajar por los cambios en la programación de vuelos de la Fuerza Aérea de Chile a causa de la tragedia de la isla Juan Fernández”.
En la ciudad austral, ellos recibieron los equipos y vestimentas necesarias para soportar las extremas condiciones de la Antártica. Finalmente, el sábado 25 despegaba rumbo a la isla Rey Jorge el avión con un cargamento de ansiedades, expectativas y hambre de conocimiento. En la comitiva viajaban también los doctores Marcelo Leppe y Ricardo Jaña, ambos científicos del INACH, quienes guiarían los trabajos en terreno. El programa de actividades de la Expedición Antártica Escolar tiene un fuerte componente educativo y científico, que estimula el aprendizaje en base a la experiencia.
En la base “Profesor Julio Escudero”, del INACH, los esperaba el Jefe de Base David Domenech para darles la bienvenida y entregar las instrucciones básicas de comportamiento en una base antártica, todo con el objetivo de optimizar recursos (por ejemplo y aunque parezca paradójico en un lugar que es la mayor reserva de agua dulce en el planeta, este vital líquido es un bien escaso y requiere mucho cuidado) y conocer las normas de seguridad propias de un ambiente extremo.
En los días siguientes, alumnos y profesores recorrerían la Dirección Marítima de Bahía Fildes (Chile) y las bases Frei (Chile), Bellingshausen (Rusia), Artigas (Uruguay), Gran Muralla (China) y King Sejong (Corea del Sur), conociendo las costumbres de cada país representando en estas bases e interiorándose de los programas científicos que impulsan.
Junto al glaciólogo Ricardo Jaña suben al domo Bellingshausen para trabajar en un experimento sobre el estudio de la dinámica del glaciar y con el paleobiólogo Marcelo Leppe suben al cerro Fósil para estudiar uno de los períodos más cálidos de la Antártica y buscar evidencias biológicas del Eoceno.
Durante las noches, luego de una reparadora cena servida en el comedor de la base Escudero, los científicos ofrecen conferencias de sus respectivas disciplinas. La sorpresa viene el último día cuando un par de importantes investigadores extranjeros que acompañan al director del INACH, José Retamales, deciden compartir con los estudiantes y sus profesores su propia visión de la Antártica. Se trata de Kari Laine (de la Universidad de Oulu, Finlandia) y Enn Kaup (de la Universidad Tecnológica de Tallinn, Estonia), ambos provenientes de países con tradición polar asociada al Ártico, pero que están interesados en explorar el otro polo, el del Sur.
Además, participó en esta expedición el antropólogo chileno de la Universidad de Sidney Occidental (UWS), Juan Francisco Salazar, quien realizó una experiencia inédita al crear unos relatos digitales con tres estudiantes: dos integrantes de la Expedición Antártica Escolar y una joven residente en Villa Las Estrellas. Ellos formaron un relato audiovisual, en primera persona, sobre la experiencia de visitar y vivir en la Antártica.
Dicen que todo lo bueno, tarde o temprano, termina y el fin de esta aventura llegó el miércoles 29, cuando el mismo avión que trajo a esta delegación, aterrizó en la pista del aeródromo Teniente Marsh para recogerla y devolverla sana y salva a Punta Arenas.
Esta expedición forma parte de un esfuerzo mucho mayor, la Expedición Científica Antártica, organizada por el INACH y que se inicia entre octubre y noviembre, dura cerca de 5 meses y en la que trabajan varios grupos de investigación en distintas zonas del Continente Blanco.
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