Vista del planeta Venus en tránsito de salida a través de la cara del Sol. Los tránsitos de Venus son de rara ocurrencia y en ellos este planeta pasa entre el Sol y la Tierra. El alineamiento de estos tres cuerpos permitió elaborar el método del “paralaje solar”, base de la medición de la distancia entre la Tierra y el Sol, la “Unidad Astronómica” que sirve de referente a toda la escala de distancias astronómicas (crédito NASA).
Como se ha expuesto en varios artículos publicados en El Pingüino, Punta Arenas tiene una fuerte conexión histórica con la Antártica, construida principalmente desde fines del siglo XIX con el paso de los más legendarios exploradores polares. El embajador e historiador Jorge Berguño presenta a continuación los pormenores de la observación el año 1882 del tránsito del planeta Venus en Magallanes y su relación con los Años Polares Internacionales. En la ocasión las misiones científicas de Francia, Alemania y Brasil se instalaron en diversos puntos de la región para observar este inusual fenómeno astronómico y para dar curso a las investigaciones que el interés en las regiones del hemisferio austral producía en la comunidad científica mundial.
En un estudio anterior acerca del despertar de la conciencia antártica (Boletín Antártico Chileno, vol. 17, n. 2) se identifica el eje principal de la historia antártica con el gran movimiento hacia la cooperación científica internacional que tiene su punto de partida en la actividad de observación de los tránsitos del planeta Venus y adquiere una configuración institucional para la observación del tránsito de Venus del año 1874.
Surge entonces un renovado interés en el continente antártico a raíz del viaje del Capitán Eduard Dallman (1873) en el vapor Grönland, con valiosas investigaciones científicas y cartográficas en el estrecho de Bismarck, las Shetland del Sur y las Orcadas del Sur, pero ningún éxito en la prospección ballenera que intentaba. El cruce por el vapor Challenger del círculo polar antártico (1874) inaugura una nueva etapa de la ciencia oceanográfica. Respondiendo a las nuevas exigencias científicas, se funda en Chile, el 1° de mayo de 1874, el Servicio Hidrográfico de la Armada Nacional.
En el siguiente tránsito de Venus de 1882 se produce la convergencia del interés en las regiones del hemisferio austral, debido a la mayor visibilidad que ofrecían para la observación de las fases del tránsito, con la valorización de las regiones polares que, más allá de la búsqueda de recursos marinos de valor económico, se inspiraba también en la gran “cruzada del magnetismo” que caracterizó el período de las exploraciones antárticas de Dumont d’Urville, Wilkes y Ross.
Chile y, en particular, Punta Arenas, el estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego fueron privilegiados por las numerosas expediciones científicas que se sucedieron en los años de observación del tránsito de Venus y durante el Primer y Segundo Año Polar, con su continuación en el Año Geofísico Internacional.
Los tránsitos de Venus son de rara ocurrencia; el alineamiento de tres cuerpos -Tierra, Venus y Sol- permitió elaborar el método del “paralaje solar”, base de la medición de la distancia entre la Tierra y el Sol, la “Unidad Astronómica” que sirve de referente a toda la escala de distancias astronómicas.
Durante el año 1847, el matemático de la universidad de Marburgo, C. L. Gertling escribió al Teniente de Marina de los Estados Unidos James M. Gillis, sosteniendo que los astrónomos incurrían en un error en sus métodos para determinar el paralaje del Sol, lo que invalidaba los tránsitos de Venus observados en 1761 y 1769, en términos que sólo podían ser corregidos mediante observaciones con instrumentos meridianos realizadas complementariamente en observatorios colocados en hemisferios opuestos.
En una u otra forma, la crítica de Gertling iba a tener repercusiones en el planeamiento concertado de los futuros tránsitos de Venus, pero el Teniente Gillis decidió actuar de inmediato. A pesar de la oposición de Matthew Fontaine Maury, poderoso superintendente de la sección hidrográfica de la Armada norteamericana, Gillis obtuvo de su Gobierno y del Congreso de los Estados Unidos los fondos para la instalación de un observatorio astronómico en Chile con el objeto de realizar una observación astronómica “globalmente americana”. Influyeron fuertes las resoluciones de la Sociedad Filosófica Americana y de la Academia Americana para las Artes y las Ciencias (1848). La iniciativa de realizar en Chile estas observaciones de Marte y Venus, con mediciones diferenciadas respecto de otras estrellas, durante los años 1849, 1850, 1851 y 1852 contaron con el más amplio respaldo del Gobierno chileno.
Don Andrés Bello destacó la futura importancia de los observatorios australes, de la formación de astrónomos y otros investigadores nacionales que podrían incorporar a la nación a la gran cadena del saber universal. Una circular del ministro Antonio Varas encareció a los intendentes y demás autoridades relevantes la colaboración con este proyecto. Con este entusiasta apoyo oficial, los objetivos de la Misión Gillis se cumplieron con creces y en 1866, Carlos Moesta rendiría cuenta ante el Congreso Geográfico de Leipzig de las observaciones realizadas.
Las condiciones no estaban dadas para una participación plena de Chile en el tránsito de Venus de 1874, que no tuvo grandes teatros de acción en el hemisferio sur, salvo en nueve observatorios australianos, las islas Auckland, Chatam, Kerguelén, Noumea, Mauricio, Reunion, San Pablo y Sri Lanka. El tránsito de diciembre de 1882 ofrecería otra oportunidad para el hemisferio sur como mejor ventana de observación de este fenómeno.
La comunidad científica internacional se congregó en un congreso preparatorio que se realizó en París en 1881. Asistieron delegaciones de Alemania, Argentina, Austro-Hungría, Brasil, Chile, Dinamarca, España, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Noruega, Portugal y Suiza.
Los franceses dominaron en este escenario doméstico con las grandes figuras de Jules Ferry y de Jean Baptiste Dumas, quien jugaría un papel decisivo en la planificación de la acción científica. Austria-Hungría, Chile y Noruega manifestaron su entera disposición para recibir misiones científicas y Carlos Moesta, como delegado de Chile, informó que en el Observatorio Astronómico Nacional se efectuarían las observaciones correspondientes. Rusia, gran participante en 1874, estuvo ausente. No estuvieron oficialmente representados Bélgica, Estados Unidos, Grecia y México; sin embargo, científicos norteamericanos se asociarían a los trabajos del observatorio de Santiago y sus colegas belgas harían lo mismo en el observatorio instalado por Francia en Cerro Negro, San Bernardo, Chile. Fue Francisco Vidal Gormaz, Director de la Oficina Hidrográfica de la Armada Nacional, quien recomendó a la Misión Científica Francesa la sede de Cerro Negro como la más apropiada para esta observación.
Cinco comisiones internacionales provenientes de Alemania, Bélgica, Brasil, Estados Unidos y Francia viajarían a Chile. Francia había enfocado conjuntamente la observación del tránsito de Venus y el inicio del Año Polar Internacional, de modo que su segunda y más importante expedición científica fue la de Edmond Jean Léopold Courcelle-Seneuil, con el Capitán Louis Ferdinand Martial en la Romanche.
El 6 de septiembre de 1882 llegó a la bahía Orange, en la isla Hoste, la Misión Científica Francesa para observar el tránsito de Venus frente al disco del Sol y realizar investigaciones geofísicas y meteorológicas, zoológicas, biológicas y etnológicas, en el marco del Primer Año Polar Internacional. Durante un año y un día trabajaron ininterrumpidamente en adversas condiciones climáticas (82 días de lluvia durante los últimos 3 meses de 1882) cumpliendo el completo programa elaborado por la Academia de Ciencias de Francia. Tuvieron la fortuna de observar desde Wollaston un cometa. Sus trabajos fueron compilados en siete volúmenes y en más de 200 cajas de especímenes y muestras despachadas desde Punta Arenas a París. El misionero Thomas Bridges colaboró estableciendo un pequeño observatorio en Ushuaia. Nubes y lluvias interfirieron durante el día del Tránsito; pero los observadores determinaron exactamente los tiempos del segundo, tercer y cuarto contactos.
Por Jorge Berguño B.
Versión original en el Boletín Antártico Chileno, vol. 23, n. 1 (disponible en 10.112.1.19/inach).
Jorge Berguño Barnes (1929-2011) fue un destacado intelectual, historiador, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, y Doctor en Asuntos Internacionales. Ingresó al Servicio Exterior de Chile en 1953 y se desempeñó como Subdirector del Instituto Antártico Chileno (1997-2003).